Crónica de Experiencia # 4 GOLDNEY / Partido de Mercedes, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Semo me muestra el flickr (http://www.flickr.com/photos/64727803@N07/sets/72157627373441703/) de un chico de más o menos mi edad, que tiene un registro de la estación Goldney, en el horario del ocaso del sol.
Exponía una estación hermosa y con una infraestructura tan completa, que parecía que lo único anacrónico de aquella situación era el estado de la pintura, y que en cualquier momento se detendría un ferrocarril antiguo en busca de pasajeros para luego seguir viaje.
En ese registro la luz cálida y suave del atardecer mostraba a un grupo de amigos junto al nomenclador, así como de tarde de visita por esta localidad. Esas fotos me recordaron al “plein air” y la actividad de los pintores impresionistas que, como amantes de la luz, preparaban sus sesiones de pintura al aire libre en los mejores horarios, en busca de la impresión fugaz y cambiante de la irradiación, para poder captarla como un truco de magia.
Me fascinó la palabra Goldney. Más allá de que se trata de un apellido de un ingeniero inglés que trabajó en aquella zona, “Gold” de oro, le daba un carácter especial, y “gold-ney”, algo así como de “zona de oro”, o bien algo relacionado al color dorado. Me había transportado a partir de aquellas fotografías, y en el imaginario de un pintor viajero, me figuré que Goldney era una tierra con una luz dorada, que resplandecía a campo abierto en la quietud de la pampa.
El día 20 de febrero de 2013 realizamos la expedición hacia Goldney. En el Betty verde inglés del Jefe Larrambebere salimos algunos del grupo y otros con el auto de Semo. Ya desde la ruta se mostraba un día nublado, y al llegar al Goldney la luz blanca fría, se opuso a todo el supuesto planeado y una sensación de rareza, en el mejor sentido de la palabra, invadió la experiencia. Sabíamos que se asomaba una tormenta, pero no alcanzaba para suspender el plan.
El momento gris planteó un estilo de ensueño particular, un momento estático, cómo si el tiempo se hubiera detenido, justamente por no poder ver los cambios atmosféricos producidos por los cambios de luminosidad. Y en esa estación donde el reloj se detuvo y se abandonó hace más de 40 años, esa tarde, parte de ese estado cambió. La acción desde el color transformó el lugar y me dio la sensación que se le hizo un desafío al tiempo, para poder transitarlo en más de una dirección.
En una esquina del andén dirección Este, debajo de un árbol, plantamos bandera. Se desmalezó para instalar la parrilla y con nuestros uniformes de pintores de oficio comenzamos la práctica.
Por dónde arrancar? Qué recorte elegir para pintar? Con la lluvia que amenaza, cuánto tiempo tendremos?
Teníamos equipo y se dividieron las tareas.
Los cuatro nomencladores de la estación tenían variantes en sus estilos. Esta vez sería un desafío restaurar todos ellos con las particularidades de sus terminaciones y las diferentes materialidades.
Sucede en las tipografías ferroviarias, que la letra G, siempre tiene alguna particularidad y son muy disímiles en sus estilos. La G de Goldney se encontraba deteriorada en casi todos sus nomencladores. Una estaba partida en dos y con una parte faltante, otra estaba repintada y desfavorecida en su carácter formal, otra totalmente ausente y por fin una única original y completa, que nos sirvió de referencia. Semo trajo también la bandera amarilla y negra de precaución, la flameamos por todos lados, y me pareció un símbolo de presencia que demostraba un estado particular en la estación.
Se sentían por lo lejos algunos habitantes de Goldney, se escucharon algunos gritos, bocinas, autos y motos girando por la zona, pero sólo algunos curiosos se acercaron a la estación a ver qué pasaba. Una chica que se la veía conmovida por la acción, se manifestó muy agradecida y recuerdo que contó que vivió un tiempo en capital y que por “un llamado de la naturaleza” tuvo que volver a su pueblo natal.
Corría la tarde, y el trabajo en los cuatro nomencladores en paralelo era toda una aventura, hubo desmalezamiento, lijado, encintado, trabajo de letras, rodillo y además nos acompañaba una francesa llamada Lisa, una chica muy fresca y con una mirada europea sobre argentina, muy interesante para conversar y que fuera parte de este día.
Almorzamos un asado provisto por el chef oficial Guerrero y luego de otras horas de jornada laboral una primera lluvia suave se asomó, pero pudimos retenerla gracias a una cruz de sal trazada en el suelo por Barrio, el cameraman. Pero pasadas unas horas más, la lluvia se desprendió en su totalidad y nos obligó a recoger rápidamente el material utilizado para la labor pictórica y nos refugiamos debajo del techo de la estación.
El día de lluvia cambió el rumbo de las cosas, y de ese tiempo de otro tipo de ocio renacieron otras cosas. A Guerrero le surgió una intervención en la estación más bien formal, dónde eligió un recorte del banco de la sala de espera y decidió pintarlo de naranja. Y también de este momento, surgieron pasos de baile de murga, iniciados por los representantes de Los Inevitables de Flores: Badi, Meli y Juan Martín quiénes asimismo participaron de la recuperación de los carteles.
Subimos a la cabina de señales y hasta convencimos al Gordo Marto de hacerlo, y fue un momento simpático para todos creo yo. El habitáculo se parecía mucho a una casa arriba de una copa de un árbol, un lugar perfecto para tener una vista panorámica de la estación. Con las palancas de cambio y su numeración pudimos jugar, e imaginamos que sería de todo este lugar restaurado.
Cuando llegó la noche vimos al Martita venir por el andén y frenar en la estación. Imagen dónde se entrecruza el romanticismo deteriorado por un mundo ferroviario desmantelado con un servicio atroz que te deja sin habla.
Pero espontáneamente surgió una algarabía que entonaban expresiones de festejos por la bandera y las conquistas ABTE. Y se exclamaba entre aplauso y aplauso: Mercedes! Victoria! Dr. Domingo Cabred! San Andrés! Zenon Videla Adorna! Coghlan! Saenz Peña! Linea de Subte B Dorrego! Caseros! Devoto! Santos Lugares! Alejandro Steffanelli! Fuerte General Roca! Quizquizacate! Mechita! Y además de trazar una ruta de nomencladores intervenidos, se contagiaba mucha felicidad.
Parece mentira encontrarle algo optimista al estado de idiosincrasia lamentable de nuestro país en materia ferroviaria, pero vale la pena destacar que a partir de participar de ABTE puedo confirmar que de la desidia y el abandono se puede tener una experiencia de rescate que inspira a un espíritu de transformación.
Finalmente emprendimos la vuelta y tomamos la ruta con lluvia. Me preguntaba, si no pudimos sacar la foto final, es porque todavía no se terminó el trabajo? Y pensé que, sin poder ver el ocaso, y con la tarea incompleta, parece que Goldney nos pide volver… me complace disfrutar ese pronóstico de incertidumbre sobre qué tendrá de nuevo Goldney para decirnos.
Así como en la pintura y en la vida cualquier accidente, se puede transformar en un recurso.
Gachi Rosati febrero 2013.
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